Dios es lo que es, lo único que es, lo único y todo lo que
hay. A eso llamamos lo real, o la realidad.
Dios es absolutamente abstracto. Es una idea infinita.
Dios Puede, Ama, y Conoce. Esta es la triada que define al
Ser: Poder, Amor, y Conocimiento.
La naturaleza de Dios es extenderse a Sí mismo en su triple
aspecto de Voluntad, Dicha, y Comunicación.
Crear es extenderse, la Creación es la extensión de lo Real.
A la extensión de Dios le llamamos el Hijo de Dios.
Dios y el Hijo de Dios son de idéntica naturaleza y son Uno.
Dios y el Hijo de Dios no son equivalentes, pues el Hijo de
Dios procede de Dios, pero Dios no procede del Hijo.
La voluntad de Dios es la felicidad de su Hijo y su perfecta
comunicación con Él. Y como esa es su voluntad, así es ahora en el eterno
presente.
El poder del Hijo de Dios es, al igual que el de su Padre,
ilimitado, pero debido a su naturaleza, solo puede crear a imagen de Sí mismo,
es decir: solo puede extenderse y crear Realidad, a lo que llamamos, las
Creaciones del Hijo de Dios.
Dios, el Hijo de Dios, y las Creaciones del Hijo de Dios,
son de idéntica naturaleza, y son una unidad indistinguible, excepto por el
orden de proveniencia, pues Dios simplemente es, y en su extensión, que es la
manifestación de su voluntad de ser, crea a su Hijo, quien a su vez también se
extiende en sus Creaciones, las cuales se extienden igualmente creando sus
propias Creaciones, y así de forma infinita.
Expresado de forma gráfica, podemos concebir a Dios como un
círculo rodeado de una corona circular – su Hijo- rodeado a su vez de otra
corona circular –las Creaciones del Hijo- y así sucesivamente en un proceso sin
fin que es puramente abstracto, fuera del tiempo y el espacio, infinitamente
potente, amoroso, e inteligente, pues esa es la condición de ser.
Ser es dicha, y dicha es ser. Esa es la condición de lo
Real. Lo único que existe. Esto es auténtico conocimiento, y es la verdad, que
no puede ser comprendida por el ego, que por definición es limitado e incapaz
de entender la realidad –Dios– que es ilimitada.
Dios, o lo Real, no conoce nada más que a Sí mismo, pues
nada hay fuera de Él mismo.
Dios no juzga, pues solo contempla lo Real, que es Él Mismo
y es perfecto.
Todo lo que tiene forma, cambia y es limitado en el
tiempo y en el espacio, no es real, es
una ilusión, y por lo tanto no existe.
El tiempo y el espacio es el marco de referencia ilusorio en
el que las ilusiones parecen acontecer.
Materia, energía, fuerza, y forma, son características de
las ilusiones por las que estas parecen ser sin serlo.
Todo lo limitado y mensurable es ilusorio.
Crear es idear, pues la naturaleza de lo Real es una idea. Esto
es totalmente cierto, pero de nuevo, completamente incomprensible para el ego,
que es incapaz de tener ideas auténticamente creativas, pues el ego en sí mismo
es una ilusión y no existe.
El Hijo de Dios puede formular incluso ideas imposibles,
pues tal es su libertad, pero al ser imposibles, por definición, no pueden
existir en la Realidad, y en consecuencia, no existen.
Una idea imposible pasó por la mente del Hijo de Dios, y se
puede formular así: ¿Puedo existir por mí mismo separado de mi Padre Creador?
Al ser una idea imposible, no es creativa, y no genera realidad, luego no
existe, ni ha existido, ni existirá. Lo Real no puede ser amenazado por lo
irreal, por eso no corre peligro.
Nada irreal existe.
Nada real puede ser amenazado.
En eso radica la paz de Dios
La idea imposible del Hijo de Dios se expresa en la
fabricación de un universo ilusorio, que no existe, pero que puede ser
percibido por la mente fragmentada del Hijo de Dios.
En realidad la mente del Hijo de Dios no está fragmentada,
pero cree estarlo, pues esa ha sido su elección.
Llamamos percepción a la proyección que hace la mente
fragmentada del Hijo de Dios de su propia fragmentación y separación.
Lo real es perfecto e inalterable, salvo en su extensión,
pues ser es amar, y amar es extender dicha.
Lo imposible es imposible, y no puede existir, pero puede
ser ilusorio, es decir: parecer ser. Lo ilusorio no es, pero parece ser.
La idea imposible del Hijo de Dios no puede generar realidad,
pero sí ilusión. A la ilusión del Hijo de Dios le llamamos mundo cuando se
percibe como externa, y ego cuando se percibe como interna.
La condición de la mente individual es la separación, por
eso proyecta separación, y la percibe como conflicto.
La ilusión del Hijo de Dios fue la concepción de la idea
imposible de la separación, por eso, la idea de la separación está en todas sus
fantasías. Las fantasías más relevantes son:
- ·
La idea de un ego, expresión de una conciencia
individualizada y separada de todo.
- ·
La idea de otros egos diferentes entre sí.
- ·
La idea de un cuerpo contenedor de una mente.
- ·
La idea de un mundo externo compuesto de formas
separadas entre sí y a su vez separado del ego.
- ·
La idea de espacio como ámbito que aloja formas
limitadas y separadas.
- ·
La idea de tiempo que separa eventos sujetos al
transcurso de una línea temporal en la que un inexistente presente separa el
pasado del futuro.
Nada de esto es real, pero parece serlo, pues tal es la
naturaleza de las ilusiones (del latín illusio:
engaño).
El ego es lo que la mente fragmentada cree ser, y vive en un
mundo igualmente fragmentado en una infinitud de partes separadas.
En realidad la mente ni está separada ni fragmentada, eso es
solo una manera de hablar, pues la mente fue creada por Dios y por siempre es
perfecta y una en Él.
La separación es tan solo una creencia, cuando esta se
abandona, la mente recuerda su conciencia natural de ser uno en Dios.
Este proceso ocurre en un tiempo que no existe realmente,
pues el tiempo en sí mismo es una ilusión de la mente fragmentada.
La mente fragmentada aún recuerda vagamente el Cielo, que
era su condición previa a la separación.
El ego busca desesperadamente a Dios todo el tiempo y en
todo lo que hace, pero lo busca en el universo ilusorio de las formas
separadas, y como no puede encontrarlo en la ilusión, está permanentemente
frustrado y ansioso.
La mente individualizada no puede encontrar a Dios en ningún
sitio, porque ella misma es Dios, aunque no lo sabe.
Dios no es consciente de la ilusión del Hijo de Dios, pues
es perfecto y eternamente dichoso e idéntico a sí mismo, pero su Voluntad se
extiende a todo, tanto lo Real como lo imaginario.
La voluntad de Dios en lo Real se expresa como amor infinito
a sus criaturas. La voluntad de Dios en lo imaginario se expresa como
reparación, a través de un aprendizaje en el tiempo ilusorio al que llamamos Expiación,
y que tiene como objetivo el despertar de las ilusiones a la Realidad.
El símbolo de la reparación se llama Espíritu Santo, que
conoce tanto la realidad divina como la ilusión del Hijo de Dios.
El mecanismo de la Expiación es el perdón, y es la defensa
perfecta contra las ilusiones. Su administrador es el Espíritu Santo.
Al introducirse en la mente del Hijo de Dios la idea de la
separación, esta concibió la ilusión de estar separadas en distintas mentes con
una aparente individualidad en torno a la idea del ego.
El ego es la identificación de la mente ilusa del Hijo de
Dios con ella misma en al ámbito ilusorio de tiempo, espacio y cuerpo, en el
cual lucha por su supervivencia, pues se siente amenazado, ya que la misma
ilusión es congruente con la idea de rechazo de los atributos de lo divino, y
en lo concreto, la permanencia es imposible.
El ego, sin embargo, ansía la permanencia en el tiempo, que
es un pálido reflejo de la condición natural de ser de lo Real.
Como el ego no es creativo en absoluto, todos sus esfuerzos
tienden a manifestar en su mundo las características absolutas de lo divino,
pero en la forma concreta, que es la que entiende.
Como esto es imposible, el ego está siempre insatisfecho y
quiere más de todo.
Percibir es proyectar, y es la manera en la que el ego se
relaciona consigo mismo.
Como el ego es ilusorio, toda percepción es ilusión.
Jesús fue un hombre -el primero- que se identificó
perfectamente con el Espíritu Santo, por ello, es equivalente al Espíritu
Santo.
El proceso de la Expiación conduce al despertar de todas y
cada una de las mentes que se perciben como separadas al feliz reconocimiento
de que son una con lo real, tal como siempre ha sido.
Tras la idea de separación que surgió en la mente del Hijo
de Dios, esta se percibió a sí misma como fragmentada en innumerables mentes
individuales.
La mente individual puede escuchar dos voces, la del ego y
la del Espíritu Santo.
Si escucha y sigue los dictados de la voz del ego decimos
que la mente es errónea, pues el ego no sabe nada.
El mundo que percibe la mente errónea es mundo hostil, donde
impera el sufrimiento, la soledad y la muerte.
Si escuchamos la voz del Espíritu Santo, decimos que la mente
es recta, pues el Espíritu Santo lo sabe todo, ya que conoce perfectamente tanto el ámbito de lo ilusorio como lo Real,
y lo que percibe la mente recta se llama el mundo real.
El mundo real también es una ilusión, la última, pues es una
ilusión en línea con la naturaleza divina en términos de inocencia, paz y amor.
El mundo percibido es una proyección de la mente
individualizada que proyecta su particular visión de la separación, por eso es
siempre la lección perfecta que esa mente debe aprender, es decir: perdonar.
La mente puede proyectar su separación en el mundo
ilusorio externo, lo percibirá como un
ataque a su ego, y lo llamará conflicto.
La mente puede proyectar su separación en el mundo
ilusorio íntimo, lo percibirá como un
ataque a su cuerpo, y lo llamará enfermedad.
Aprender y perdonar son lo mismo.
Perdonar y sanar son lo mismo.
Perdonar es entregar toda situación de conflicto al Espíritu
Santo para que la gestione. El Espíritu Santo siempre resuelve todo conflicto
con el máximo beneficio para todas las partes.
Todo conflicto es un símbolo específico de separación.
Cuando ese símbolo es perdonado la mente sana ese aspecto de la separación, la
lección ha sido aprendida y ya no vuelve a ser proyectada. Así, a partir de
entonces ese conflicto ya no es percibido.
Cuando se perdona un conflicto la situación que lo expresa
se percibe de manera diferente, se ha cambiado una ilusión por otra. Eso es un
milagro.
Todo conflicto que no se perdone, se repite, es decir:
vuelve a ser proyectado y percibido de nuevo, ofreciéndose una vez más la
oportunidad de perdonarlo.
El comportamiento es automático y no puede ser controlado.
Es simplemente la consecuencia de escuchar a la voz del ego o a la del Espíritu
Santo.
La mente tiene la libertad de elegir qué voz escucha; la del
ego, o la del Espíritu Santo.
Para escuchar la voz del Espíritu Santo es imprescindible,
purificar, vigilar la mente, y disciplinarla con un firme propósito y una
devoción sincera.
Un curso de milagros es un curso de entrenamiento mental que
tiene como objetivo conducir a la mente errónea
de forma eficiente y rápida al mundo real. Y con eso se acaba el aprendizaje,
pues a partir de ahí, el paso de despertar la mente a la Realidad, lo da Dios.
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