sábado, 29 de septiembre de 2018

Traduciendo el Curso

Llevo varios meses traduciendo el Curso, y te voy a contar un poco sobre esta experiencia, solo porque creo que te puede servir.

Un curso de milagros, como sabes, es un curso de entrenamiento mental que te invita a cambiar tu sistema de pensamiento en una dirección determinada. De hecho, en una dirección absolutamente invertida a la que ahora sigues. En términos muy simples, podemos decir que piensas con tu ego, que en sí mismo no es nada, solo una determinada manera de pensar. El Curso te propone hacerlo con el Espíritu Santo, una voz que está en tu interior y que en todo momento te recuerda la manera de pensar de Dios, que es la opuesta al ego. 

El Curso dice que tienes la opción de elegir entre estas dos voces, que dicen cosas absolutamente dispares. Practicamente, el Curso es tan solo la descripción de estas dos enseñanzas y las consecuencias de seguirlas. Pero bueno, todo esto también lo sabes. Quizás, de lo que no eres muy consciente es de lo difícil que te resulta atender y seguir la voz que más te conviene, aun cuando las ventajas son obvias. El problema es que tu sistema de pensamiento, actualmente, es automático. Solo escuchas ciegamente la voz de tu ego, y en consecuencia, sigues sus mandatos. A veces, pocas, lees el Curso o cualquier otro libro espiritual, y te gusta lo que allí se dice, incluso te lo crees, y con frecuencia te propones seguir esta nueva manera de vivir. Pero no pasan más que unos pocos segundos y ya te encuentras a ti mismo pensando tonterías, y eso en el mejor de los casos, porque la mayor parte de las veces ni siquiera te das cuenta.

Es probable que te desanimes y te digas a ti mismo que ese cambio de mentalidad es una tarea fenomenal, completamente fuera del alcance de tus limitadas fuerzas. En parte tienes razón, porque tú solo nunca lo conseguirás. Las buenas noticias, sin embargo, son, que no estás solo y que tus fuerzas son ilimitadas, tanto, que puedes hacer lo imposible; puedes incluso limitar lo ilimitado, si bien eso solo lo puedes hacer creíble para ti mismo; esa es tu ilusión. Aun así, es suficiente para tenerte totalmente confundido sobre tu propia identidad y sobre todo.

La salidad de esta situación desesperada y aparentemente irresoluble es la Expiación, vamos, lo que este Curso enseña. Para ello, te propone un plan de estudios con una enseñanza específica, que si bien es muy simple, es muy difícil de seguir, porque exige una vigilancia extrema y permanente de tu propia mente. Y aunque la dirección a seguir es clarísima, exige una voluntad inquebrantable para mantenerla a lo largo del tiempo y en todas las situaciones. 

Una de las cosas más divertidas que he oído decir a la gente, es que harían el Curso si se encontraran en un ambiente tranquilo, diferente al de sus ajetreadas vidas. Este comentario se suele decir mucho referente a las lecciones del Libro de Ejercicios, lo cual es ciertamente hilarante, pues supone afirmar que solo pueden hacer el Curso si no van a la escuela, pues la vida es la escuela del Curso. Tanto es así, que cada uno de nosotros tenemos asignada un aula específica y un plan de estudios perfectamente personalizado. Lo gracioso del tema es que, nosotros, que no sabemos; que sabemos que no sabemos y por eso queremos aprender, es decir cambiar, pensamos, sin embargo, que estamos perfectamente capacitados para diseñar nuestro propio programa de estudios, el que más nos conviene. Así, decidimos ir a talleres, hacer cursos, o leer los libros que pensamos que nos convienen. Es decir, nos ponemos a cargo de nuestra propia salvación. Vamos, para morirse de risa.

El Curso es mucho más simple que todo eso. Te dice que siempre estás en lugar perfecto y en el momento perfecto para aprender lo que es la salvación, además, también te dice, sobre todo, que todo hermano que te viene es tu salvador; la oportunidad de ver en él la majestad y gloria de Dios, es decir, la tuya propia. Solo tienes que reconocerlo como verdaderamente es, y todo lo que le concedas te lo estarás dando a ti mismo. Esto es exactamente lo que es un milagro, nada más, y nada menos. Por otra parte, los resultados de tratar al hermano de esta manera son tan evidentes e inmediatos que resulta alucinante que siempre se nos escape una verdad tan obvia.

Los resultados de la práctica del Curso, como ya te habrás dado cuenta, son directamente proporcionales a la consistencia en tu aplicación de sus propuestas. Los constantes recordatorios a los que te insta las lecciones diarias son buena prueba de ello. Pero la clave para llevar todo eso a la práctica es, obviamente, tu firme voluntad de hacerlo así. ¿Cómo se le puede llamar voluntad a algo que no es firme? Por eso, si quieres conseguir algún resultado, lo que tienes que trabajar es tu voluntad, que es lo mismo que decir que tienes que trabajar tu motivación, porque la voluntad, en realidad, va sola. No te voy a sugerir cómo tienes que hacer eso. Tú, mejor que nadie, sabes como va tu vida y qué quieres cambiar y por qué.

Traducir el Curso durante varias horas al día está siendo un ejercicio muy benéfico que me está dando una nueva certeza y una mayor visión. La certeza, la visión y la verdad del Curso, es decir, la mía propia. Simplemente estoy recordando lo que siempre he sabido. Lo sorprendente es que no puedo entender por qué y cómo lo había olvidado.

Dado que este ejercicio está siendo tan bueno para mí, quiero compartirlo contigo, porque estoy convencido que también tendrá unos resultados estupendos en ti. Mi consejo es este: Traduce el Curso. Estoy convencido de que hacerlo solo te puede traer enormes beneficios, como los que me está aportando a mí. Con esto, no quiero decir que cojas el original en inglés y un diccionario y te pongas a trabajar. No. Basta con que cojas la traducción de Rosa María Wynn, la que ya conoces y que es increíblemente buena, y que la reescribas de otra manera, con tus propias palabras. Te aseguro que te va a sorprender lo que este sencillo ejercicio hará con tu mente, y en consecuencia, con tu vida. Anímate a empezar a hacerlo con una sección, la que más te guste, y luego me cuentas.

Bueno, si has llegado hasta aquí, gracias por tu paciencia y que seas muy feliz.

miércoles, 14 de marzo de 2018

Maestro de Dios



Hola.
Me presento.
Soy un maestro de Dios.
Mi función es salvar el mundo.
Perdonándolo en mi mente.
Esta es una tarea que hago a lo largo de lo que llamo “mi vida” de manera un tanto inconsistente.
Si lo hiciera perfectamente no vería el mundo.
A veces consigo perdonarlo.
Y entonces mi mente está en paz.
Otras veces, muchas, me olvido completamente de mi función.
Entonces, condeno, ataco, y sufro ira.
El mundo también tiene una función.
Pero parecen dos.
Una es seducir.
La otra es atacar.
Por eso hay que perdonar esta ilusión.
Mi condición de maestro no suscita ningún tipo de emoción en mi mente.
No la considero importante en absoluto.
Por eso no me emociona.
La llevo alegremente a cabo porque tengo la certeza de que es lo que más me conviene.
Tengo una conciencia clara de un cansancio que llevo arrastrando a través de muchas vidas, muchos sueños.
Se trata de una incomodidad esencial que proviene de saber que no estoy donde me corresponde, en mi verdadero hogar.
La nostalgia de mi condición natural es mi única motivación.
Este es un estado que me ha acompañado desde que tengo conciencia.
La experiencia humana siempre me ha resultado incomprensible.
Nunca he entendido nada.
He coleccionado multitud de explicaciones.
Pero conocer…
Solo he conocido mi propio ser.
Nada más.
Por eso no entiendo las formas, ni sus atributos, ni el espacio, ni el tiempo.
También sé que no necesito nada de todo eso.
Por eso lo perdono.
Lo dejo pasar.
Mi vida humana es ahora mayormente satisfactoria, divertida y agradable.
Aun así, no deja de ser limitadora e insuficiente.
Inapropiada para mi verdadera naturaleza.
Por eso espero con paciencia a que se disipe.
A dejar de percibir.
Y simplemente ser.
Pues tal mi auténtica condición.
La dulce nostalgia me guía siempre y me lo recuerda constantemente.
Es la pura dicha de ser que siento cuando no pienso.
Cuando, simplemente, soy.
A lo largo de mi vida he perseguido muchas ilusiones.
Y, eventualmente, siempre he acabado desilusionado.
Pues tal es la naturaleza de las ilusiones.
Todas mis ilusiones, de hecho, estaban basadas en la misma expectativa.
Satisfacer mi nostalgia permanente en el mundo de las formas, de las sombras.
Y nunca he tenido éxito.
Claro.
Me he buscado a mí mismo en los sitios más inapropiados.
¿No son acaso todas las ilusiones la misma?
El cansancio de la sempiterna desilusión me ha llevado al perdón de las ilusiones.
A dejar pasar el mundo.
No tiene ningún mérito.
Simplemente, es una nueva estrategia.
Otra ilusión.
Pero esta ilusión ya no me engaña.
Es la última.
Por eso perdono.
Conocí un Curso de Milagros hace muchos años.
Llegó a mi vida en un momento de gran perturbación.
Dada mi naturaleza, radicalmente inquisidora, momentos como esos he tenido muchos en mi vida.
Siempre he hecho grandes apuestas.
Y siempre he perdido.
Con mi vida destrozada por esa última pérdida, llegó el Curso.
Antes de eso había visto la luz en muchas ocasiones.
Pero esta vez fue diferente.
Esta vez la luz vino para quedarse.
El Curso no era exactamente la luz.
Era, más bien, un instrumento de luz.
Era una propuesta simple para considerar al mundo siempre de la misma manera.
Como una ilusión.
Las ilusiones, en realidad, son engaños.
La simple propuesta es la de no dejarse engañar.
Y no tener en cuenta el mundo.
Porque no es real.
El mundo es una percepción compleja y cambiante.
Por eso nunca lo he entendido.
Por eso tengo que dejarlo pasar.
Perdonarlo.
Al principio, el Curso también me pareció complejo.
Me costaba entenderlo.
Pero como soy un fanático de la luz, no podía apartarme de él.
Además, comprobaba que cuando hacía lo que proponía siempre tenía paz.
Por eso comencé, poco a poco, a aplicar sus propuestas a mi vida.
Y, poco a poco, mi vida comenzó a cambiar.
No fue un proceso fácil, ni feliz.
Muchas cosas se derrumbaron a mi alrededor.
Llegó incluso un momento en el que lo perdí todo.
Hasta la razón.
Pero, poco a poco, llegué a la cordura.
Esta vez no fue como las otras.
Ahora ya no me quedaba nada.
Y eso estaba bien.
Ahora era libre.
Al no tener nada, nada me condicionaba.
Lo había perdido todo, pero había encontrado mi libertad.
Al principio, no sabía qué hacer con ella.
Podía hacer cualquier cosa.
Ir en cualquier dirección.
Pero no sentía ninguna motivación para hacerlo.
Luego, no hacía nada.
Poco a poco (estos procesos suelen ser lentos), empecé a encontrarle gusto a la vida.
Descubrí la pura y simple alegría de ser.
Solo ser.
Solo ser era perfectamente satisfactorio.
Y empecé a hacer cosas por el simple placer de hacerlas.
Nada me parecía importante.
Porque yo mismo no me sentía importante.
Si yo no era importante, porque incluso la idea que tenía de mí mismo era una ilusión, nada lo era.
Las cosas, aun no siendo importantes, estaban bien.
Porque yo estaba bien.
Entonces, empecé a entender.
No entendía nada en concreto, simplemente entendía.
Era una especia de certeza muda que siempre me acompañaba.
Era mi propia certeza.
Era yo.
Si me hacía una pregunta específica, me llegaba una respuesta específica.
Aun así, sabía que ni la pregunta ni la respuesta eran la verdad.
Aunque tenían su aroma.
El hacer se volvió fácil.
Natural.
Y feliz.
No tenía expectativas.
Nunca fracasaba.
Nada importaba.
Pero todo era satisfactorio.
Era, básicamente, un estado de incredulidad.
En el que todavía permanezco.
A veces, sin embargo, aparecen sombras en mi mente.
Y el sueño me arrebata.
Y creo en él.
Y siento ira.
Pero se disipa rápido.
Cuando tomo conciencia de que eso, no me gusta.
Me he dado cuenta de que mi mente todavía está un poco enferma.
Confunde el dolor con el placer.
Y cree que el dolor es placer.
Eso me ocurre cuando sueño y creo que algo en el mundo es importante, es real.
Y entonces sufro.
Y siento ira.
Ahora, solo conozco dos emociones.
Gozo e ira.
El miedo, la angustia, la envidia, el orgullo, la vergüenza, el amplio abanico de las emociones… no lo entiendo.
No entiendo los sentimientos prevalentes en los seres humanos.
Por eso no siento ninguna simpatía por ellos.
No puedo identificarme con ellos.
Aunque reconozco que me inspiran una cierta ternura.
Entiendo por qué piensan como piensan y sienten como sienten.
Todavía creen en el mundo de las formas.
Todavía creen que el mundo es importante.
Todavía creen que ellos mismos son importantes.
Sé que sueñan sueños de miedo y de carencia.
Lo cual es una lástima.
Que no siento.
También sé que no puedo hacer nada por remediarlo.
Cuando intento disipar sus fantasías, me atacan.
Creo que se sienten amenazados.
Que intento privarles de su turbio placer.
Que en realidad es sufrimiento.
Por eso los perdono y sigo alegre mi camino.
No tengo ningún control sobre sus mentes.
Ese es su derecho, su libertad y su responsabilidad.
Mi única responsabilidad es gestionar con sensatez mi propia mente.
Nada más.
Por eso perdono al mundo.
También sé que es un asunto de tiempo.
Eventualmente todos despertarán.
El tiempo es un recurso limitado y se agotará.
Porque es una ilusión.
Mientras sigan creyendo en el tiempo, lo seguirán creando.
Aun cuando el tiempo no sirve para nada.
Pero aún sienten apego a ese oscuro amor.
Piensan que el amor está donde no está.
Y llaman amor a cualquier cosa.
Esa confusión tiene su lado divertido.
Pero, esencialmente, es patética.
¡Qué le vamos a hacer!
Eso también cambiará.
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El Curso describe tres ámbitos.
El mundo, el mundo real y la realidad.
De los tres, solo uno es real.
Los otros son ilusorios.
Incluso decir que SON ilusorios es inapropiado.
Porque no son.
Desde dentro de la ilusión no es posible entender que la ilusión es una ilusión.
Precisamente, porque es una ilusión, y hasta el sujeto que se lo plantea es también ilusorio.
Por eso, en la realidad, no hay nada que entender, solo ser.
Todos los fenómenos de la conciencia son ilusorios.
Porque la conciencia es ilusoria.
La conciencia es la ilusión.
La ilusión de que hay algo de lo que se tiene conciencia.
Esta explicación, como todas, ocurre dentro del ámbito de la ilusión.
Por eso, también es ilusoria.
De hecho, ni siquiera ocurre.
Pensar que sí, es un malentendido.
Sin embargo, la conciencia de que la conciencia es ilusoria trae paz.
A menos que el individuo se apegue a la creencia de su propia existencia individual.
Que también es una ilusión.
Ese es un concepto difícil de entender y raro de experimentar.
A mí me ocurrió una vez.
Obviamente, en realidad, nada ocurrió, pues en la realidad no ocurren fenómenos, ni existe nadie al que le ocurra algo.
Es, simplemente, una manera de hablar.
Dentro de la ilusión.
Una mañana, cuando desperté del sueño profundo, asistí al nacimiento de mi identidad.
Y lo comprendí todo.
De repente, en la conciencia, surgió la idea de mí mismo.
El pensamiento de ser yo.
Y entonces vi con claridad el malentendido.
En realidad, yo no vi el malentendido, más bien, fue visto.
Lo cual, al ocurrir en la conciencia, también es una ilusión.
Vi, cómo la conciencia confunde el contenido del pensamiento con su forma.
La conciencia considera que la forma del pensamiento es su contenido.
Así, si un pensamiento tiene una forma determinada, cree en la existencia del contenido que la forma expresa.
Esa creencia es una falsa creación.
Es la creación de una ilusión.
Pero, claro, las ilusiones no existen.
Luego no se crea nada.
En realidad, solo es un pensamiento con una forma determinada, pero piensa que su contenido, su significado, existe.
Obviamente, el contenido del pensamiento es imaginario.
No existe.
La conciencia ha adoptado una forma determinada que expresa un contenido significativo.
Pero solo es una alteración de la conciencia.
Lo que esa forma de la conciencia expresa es una ilusión.
Es una ilusión dentro de otra ilusión.
Pues la conciencia es también una ilusión.
Ocurre cuando el SER considera que puede haber algo diferente de sí mismo.
Diferente de SER.
Lo cual es imposible.
No puede haber, existir, nada que no sea SER.
Por definición.
Pero, aparentemente, el SER puede considerar su propia ausencia.
Ausencia de SER.
Lo cual es una locura.
El origen de la conciencia.
El origen de la ilusión.
La ilusión es la conciencia de ausencia de SER.
En nuestros términos, podríamos decir que el mundo está construido con ausencias de SER, con ausencias de Dios.
Por eso, la gente habla de Dios, pero nadie lo ha visto.
Jamás.
Porque Dios es real.
Pero la gente y su mundo, no.
Las ausencias no existen.
Por definición.
Pero puede parecerle que sí a la conciencia.
También ilusoria.
En sentido estricto, no se puede decir siquiera que la conciencia y sus contenidos son ilusorios.
Porque la conciencia no existe, ni tampoco sus contenidos.
Luego no son.
Es como describir con sombras la historia del mundo de las sombras.
Y las sombras no existen.
Pues son ausencias de luz.
Pero parecen estar ahí.
Como los fotogramas de una película que cuentan la historia de personas “reales”.
De igual manera que una película no es creativa, no puede crear realidad, la conciencia tampoco puede hacerlo.
Aun así, siempre hace referencia a conceptos reales, que sí existen.
Podríamos decir que, de alguna manera, la conciencia ilusoria emula a la realidad.
La idea no es fácil de entender, pero el esfuerzo merece la pena.
Así, por ejemplo, la identidad de Dios, en la ilusión, es la identidad del ego.
El ego es el dios de la ilusión.
La sombra de Dios.
La ausencia de Dios.
¿Qué queremos expresar en realidad cuando decimos YO?
En realidad, decimos DIOS NO, YO.
Así, son propias del ego expresiones tan hilarantes como: Dios y yo; Yo amo a Dios; Yo creo en Dios; Cuando mi cuerpo muera yo estaré con Dios… y otras igualmente divertidas.
Tal como el concepto de ego proviene del de identidad de lo real, igualmente la conciencia desvirtúa conceptos reales y crea un amplio abanico de ilusiones que se expresan en sus ausencias.
Así, en la ilusión también aparece el amor, la verdad, el poder, la libertad…
Como son ausencias, se expresan mediante aspiraciones, anhelos nunca satisfechos.
El ego, el héroe del sueño, deambula en un mundo imaginario persiguiendo carencias.
La conciencia de esto, también en sí misma una ilusión, es el fundamento del perdón.
La última ilusión.
El camino hacia la salvación.
A despertar en el Ser.
Acabo con el enunciado principal del Curso de Milagros.

Amigos, lo real, lo que existe, no corre ningún peligro, porque es.
Las ilusiones, ni existen, ni han existido jamás, por eso no son importantes y hay que perdonarlas.
Y eso es todo.
Si tenéis esto en cuenta, aun cuando penséis que sois individuos carentes en un mundo hostil,
disfrutaréis de la paz de Dios.
-o0o-

A continuación, presento una descripción simbólica de la cosmogonía de Un Curso de Milagros.
El color blanco expresa Luz, Realidad, Ser, Verdad, Amor, Poder.
El color negro expresa ausencia de luz, ilusión.
El color rojo expresa la conciencia ilusoria, y lo que contiene es el ámbito en el que parece ocurrir la ilusión.
El perfilado negro y la sombra de algunas palabras expresa la consideración de esos conceptos desde el ámbito de la ilusión.
Las palabras en negro expresan conceptos totalmente ilusorios.
Las palabras en gris expresan conceptos ilusorios pero que, en cierta medida, expresan realidad.
Las palabras en blanco expresan conceptos plenamente reales.
La posición de las palabras expresa el ámbito en el que sus significados ocurren o parecen ocurrir.


-o0o-





miércoles, 15 de noviembre de 2017

Si mi cuerpo no es real, y la enfermedad no es real, ¿cómo hago para curarme?

Publico aquí esta respuesta de Nick Arandes, que me ha parecido muy acertada, a la pregunta que todo estudiante del Curso de Milagros se hace en un momento u otro.


Pregunta: “Hola Nick, de antemano quiero agradecerte que contestes tantas preguntas constantemente, porque ayuda a que todos poco a poco vayamos desprogramándonos de creencias. Gracias.

Tengo una pregunta, que a veces no sé como enfocarla, o no sé si sigo el camino correcto. Desde que nací "herede" hipocausía auditiva (sordera), por lo que he estado investigando viene desde mi bisabuelo por parte materna, "heredándolo" generación en generación. Según Un curso de Milagros no somos un cuerpo, la enfermedad no es real, o sea que mi "problema" auditivo no es real, intento enfocarlo desde ahí, medito desde ahí, se lo entrego al Espíritu Santo ,pero a la vez, espero oír, y eso me causa sufrimiento. Me desespera y me ataco a mí misma diciéndome que me creo que mi enfermedad es Real, en vez de enfocarla como una ilusión.

Observo mis pensamientos todo el tiempo, visualizando que todos sean positivos. Quizás el "problema" es esperar resultados, dado que oír es uno de los 5 sentidos que tenemos y que constantemente "dependemos" de él. Tengo subidas y bajadas de ánimo respecto a este tema. Pero a la vez tengo fe de que todo está en la mente. Llevo audífonos desde hace unos años, y me digo que quizás mi apego a ellos hace que yo misma me crea que los necesito. Gracias Nick por todo, Un abrazo de Alma.”

Comentario: Lo que percibo es que tienes una confusión de niveles, y eso es muy típico cuando empezamos con el Curso, porque no queremos soltar esa identidad falsa que hemos forjado y que tanto anhelamos. Sin embargo, esa identidad falsa es la razón por la que sufrimos, así que vamos a disecar un poco tu pregunta.

Dices: “Según Un curso de Milagros no somos un cuerpo, la enfermedad no es real, o sea que mi "problema" auditivo no es real…” Según el Curso el cuerpo no es real. Por lo tanto si el cuerpo no es real, ¡no hay nada! Y como no hay nada, no puede haber enfermedad. ¿Por qué? Porque para que exista la enfermedad tiene que existir un cuerpo.

Y como lo que somos es Mente y no cuerpo, la enfermedad no existe ¡PARA LA MENTE! Pero siempre y cuando yo me identifique en la mente como un cuerpo, la enfermedad, si está siendo experimentada, es simplemente parte del guión y se acabó.

No obstante, el Espíritu Santo, mediante un cambio de mentalidad nos enseña a percibir la irrealidad de esta experiencia, y por consiguiente, así ninguna enfermedad tendría el poder de quitarnos la paz, aunque la enfermedad se experimentara. ¿Ves la diferencia?

Continuando con tu pregunta, cuando dices: “…o sea, que mi "problema" auditivo no es real, intento enfocarlo desde ahí, medito desde ahí, se lo entrego al Espíritu Santo ,pero a la vez, espero oír y eso me causa sufrimiento.” Bueno, tu “problema” auditivo es solo eso. No es un problema a menos que tu lo percibas como un problema, y por consiguiente sufres.

Si yo no pudiese oír no escucharía la televisión de los vecinos por la noche, y podría dormir en paz. Jejeje! :o) ¡Es una broma!

También cuando dices que tu problema auditivo no es real, mientras que todavía te identificas con el cuerpo, lo que estás intentando es hacer parte de la ilusión real y parte no. En otras palabras, la ilusión es que crees ser un cuerpo. No obstante, quieres curar la enfermedad, mientras que simultáneamente quieres mantener el cuerpo, y ya dijimos que el cuerpo no existe.

Por lo tanto, es como cuando estas durmiendo y dices que quieres despertar del sueño. No puedes despertar de algunas partes del sueño y no de otras, porque una vez que abres los ojos TODO el sueño desaparece. Para que puedas experimentar paz, lo que necesitas, no es curar la audición, sino que mas bien recordar que no eres el cuerpo que experimenta el problema de audición, sino que en realidad eres la mente que está soñando toda esta película, de manera que puedas dejar de tomártela en serio. Ese es en sí el cambio de mentalidad.

Una vez que la identificación es con la Mente y no el cuerpo, y por consiguiente el miedo desaparece, si ocurre un cambio en la forma, donde la audición se recupera, sería porque ayudaría en tu proceso de despertar del sueño. De nuevo, o eres cuerpo o eres Mente, pero no puedes ser un poco de uno y un poco de otro. En otras palabras, o es verdad o no es verdad.Y la Verdad es verdad, y el resto -la experiencia física- es ilusorio.

Por algo el Curso nos recuerda; “La elección no es entre qué sueños conservar, sino solo si quieres vivir en sueños o despertar de ellos. De ahí que el milagro no excluya de su benéfica influencia algunos sueños. No puedes quedarte con algunos sueños y despertar de otros, pues o bien estás dormido o bien despierto. Y soñar tiene que ver únicamente con una de estas dos posibilidades.” T-29.IV.1:5-8

Si quieres que el Espíritu Santo te ayude a experimentar la verdadera paz, lo que no puedes permitir es que tu situación auditiva te distraiga. No significa que no puedas continuar buscando ayuda para corregir esa situación, si así lo deseas, pero lo haces consciente de que no eres cuerpo, sino que eres Mente, y que lo que en realidad deseas es paz ¡y nada más! Paradójicamente, desde la paz, si alguna ayuda fuese necesaria, sería la perfecta para ti.

Así es como permites que el Espíritu Santo sane la mente. De lo contrario, estás dándole realidad a lo que ya dijimos que no existe. Y por eso sufres. Mas eso no te libera. Por algo el Curso nos recuerda: “Curar un efecto y no su causa tan sólo puede hacer que el efecto cambie de forma. Y esto no es liberación." T-26.VII.14:2-3

Miremos esa linea con los paréntesis añadidos; “Curar un efecto (el aparente problema) y no su causa (la creencia en la separación) tan solo puede hacer que el efecto cambie de forma (que el aparente problema se “arregle”). Y esto no es liberación (no es liberación porque todavía te crees separada de Dios, viviendo una experiencia física).” T-26.VII.14:2-3

Y parte de la arrogancia del ego en querer cambiar algo en el mundo, es que nos hace creer que sabemos lo que queremos, que sabemos lo que nos hace feliz, y nos pasamos todo el tiempo intentando constantemente cambiar las cosas aquí, sin darnos cuenta de que eso es como ordenar las sillas en un barco que se está hundiendo.

El Curso lo pone de otra manera: “Tu única función aquí es decidir en contra de decidir qué es lo que quieres, reconociendo que no lo sabes.” T-14.IV5:2 A fin de cuentas, “Bendita criatura de Dios, ¿cuándo vas a aprender que sólo la santidad puede hacerte feliz y darte paz?” T-15.III.9:1

Por lo tanto, no tienes que entregarle al Espíritu Santo tu problema de audición para que Él lo cambie, y es también irrelevante de quéprocedió, o si es genético o no. Un cambio de mentalidad en ti pasa por alto toda la historia, y pueda ocurrir que hasta se “cure” lo imposible, porque el Espíritu no se rige por las leyes del mundo de las ilusiones. Pero no permitas que tu experiencia te distraiga de la paz de Dios, de la Verdad.

Mejor, entrégale todos los juicios que tienes sobre tu aparente problema y sobre ti misma, en completa aceptación de lo que es, para que Él pueda llevar tu mente hacia la verdadera paz. Y ese regalo lo puedes obtener ahora mismo, pues si de corazón deseas la paz de Dios, esta se te ha dado.

Una cosa más. Cuando comentas: “Observo mis pensamientos a cada rato, visualizando que todos sean positivos.” No vamos a negar que es importante tomar conciencia de nuestros pensamientos, pero tomar conciencia de ellos no es aceptar los “positivos” y rechazar los “negativos”, sino que más bien es no juzgar ningún pensamiento, ni como “positivo” ni como “negativo”, pues eso simplemente les da a los pensamientos un poder que intrínsecamente no tienen, y por algo los juzgas y te afectan.

Si aprendes a verlos como el Curso te enseña a verlos, aceptarás todos los pensamientos sin juzgarlos, y por lo tanto no tendrán el poder de afectarte. Se observarán como nubes pasajeras.. Y desde ahí experimentas paz.

Recuerda; todo pensamiento es neutro hasta que tú proyectas un significado en él. Este significado puede ser: este pensamiento es positivo, y/o este es negativo. Porque si todos esos pensamientos son parte de ti, estás aceptando una parte de ti, mientras que niegas otra, y por consiguiente te sientes dividida. Abrázalos todos recordando que: “Nada de lo que veo significa nada.” W-pI.1

domingo, 29 de octubre de 2017

About time, space, and other silly things

Time does not exist; you make it yourself, who do not exist either.

You make it up in the mornings, when you come into awareness.

It is the same with space and with all the things that you put in it, which, as they do not stand –because they do not exist– you under-stand them.

Actually, time, space, the things and you –all– is the same; ideas, which do not exist either.  

To exist is serious business, because it is forever, but you do not like that, because you are not serious, you like playing with silly things and under-stand them.

You do not want to know, because if you did, you would disappear, and, obviously, you do not like that.

Everything about your crazy doing is thinking, which you do not understand, because it happens before your awareness of yourself.

You do not think. There is the thought of you thinking, but it is not of yours, but you of it.

You are a miss-under-standing. How bad¡ But do not worry, there comes arrogance in your rescue.

As arrogance arrives from the mists of ignorance, you are free to be whatever you want.

But the bad news about that is that it is not true.

In fact, you can do nothing, because you are not cause; you are effect. An effect who thinks of himself to be cause.

But this, again, is not true either, because, being an effect, you do not think; you are thought.

Everything is an illusion, a beautiful word that comes from the Latin, illusio, or cheat.

You are a misunderstanding riding on arrogance.

So, relax. There is nothing that you can do to help it.

Remember that you can do nothing, as you are not cause of anything.

The good news here is that you are innocent. You are not to be blamed for all this mess, that, in any case, is not happening at all.

What a relief¡

La condición de la humanidad

Querido amigo:

He leído con agrado tu artículo, y otros más, y veo que estás bastante indignado. Me da la impresión que piensas que las cosas van mal, que la vida funciona mal porque no responde a tus expectativas.

Quizás encuentres algún provecho y obtengas algún beneficio emocional si consideras la situación desde un punto de vista diferente: La vida es perfecta y yo tengo que estar equivocado porque reconozco que no me gusta cómo me siento.

La clave del problema es que tú - y como tú, la inmensa mayoría- has creído lo que te dijeron de pequeñito y que no es verdad. Te dijeron que tú, y el resto de la humanidad, erais Homo Sapiens, y eso, mucho me temo, no es cierto.

En realidad eres un Homo Carentis Stultus en una improbable evolución hacia Homo Inscius, y digo eso porque lo más probable es que os autodestruiréis en el proceso, pues tal es vuestra naturaleza. Si conseguís dar el salto, entonces sí llegaréis con absoluta seguridad a Homo Sapiens y después definitivamente despertaréis como puro Sapiens.

Lo que llamas vida es tan solo el ámbito imaginario en el que esta "evolución" ocurre. Este escenario es un espejo perfecto de tu propia conciencia en el que ves reflejado todas las carencias que crees tener. Es el perfecto plan de estudios que tú mismo has diseñado para que lo que no aprendas por discernimiento lo aprendas por sufrimiento. Eventualmente aprenderás, eso es seguro.

Te describo a continuación las características de tu condición y hacia adonde debes apuntar. Quizás te sirva.

• Las características del Homo Carentis Stultus son:

o No sabe y no sabe que no sabe
o Está permanentemente buscando cosas
o Tiene opiniones sobre todo
o Se esfuerza por todo
o Vive en un mundo de cosas importantes que le hacen sufrir
o Se considera a sí mismo muy importante
o Teme a muchas cosas
o Vive en el pasado o en el futuro
o Alberga resentimientos y expectativas
o Se ataca a sí mismo y a los demás
o Su pensamiento es confuso, irracional y contradictorio
o Tiene la tendencia a destruir y autodestruirse
o Es fuertemente posesivo
o Es infeliz
o Constituyen la inmensa mayoría de la humanidad

• Las características del Homo Inscius son:

o No sabe y sabe que no sabe
o No busca nada
o No juzga nada
o Su comportamiento es fácil natural y ajustado al momento
o No le da importancia a nada
o No se considera importante
o No teme a nada
o Vive en el presente
o Todo lo perdona y no espera nada de la vida
o Enseña el arte de vivir, sin proponérselo
o Su pensamiento es claro, racional y consistente
o Disfruta de la vida
o Es generoso
o Constituye una fracción minúscula de la humanidad

Así que, relájate y trabaja en ti mismo, hay mucho por hacer, y sobre todo, no sufras y confía.

Un abrazo.

domingo, 24 de septiembre de 2017

El mundo real

¿Existe el mundo?

En cualquier caso, la respuesta a esta pregunta depende del sistema de pensamiento que utilicemos para responderla. Sin entrar en demasiadas profundidades, podemos intentar responder  preguntas más simples, tales como: ¿Qué mundo conocemos? ¿Cómo lo conocemos? Este breve artículo trata sobre eso.

Lo primero que se nos hace evidente es que el mundo que conocemos está en nuestra mente. Conocemos el mundo en, o con, nuestra mente.

Realmente, llamamos conocer a “significar”, a encontrar significado en las cosas que creemos percibir. El significado que tiene para nosotros.

En realidad, el significado de las cosas es la definición que tenemos sobre ellas. El conjunto de atributos que les hemos asignado. Estos atributos, en general, suelen ser estrictamente funcionales y descriptivos. Hacen referencia a su función, su utilidad y su propósito, y básicamente responden a la pregunta “Para qué”. Para qué sirve esto.

Así, a una taza se le asigna la función de contener líquidos para beber, habitualmente líquidos calientes. Los distinguimos de otros contenedores similares por otra serie de atributos; como su tamaño, su forma, el material del que está hecha, su color, o la existencia de un asa para cogerla.

Tanto su función, como sus atributos, han sido definidos, han adquirido significado, por razón de su especificidad, es decir, su cualidad de ser diferentes de otros, de estar separados de otros de su misma categoría. En términos generales, podemos decir que hemos entrenado nuestra mente para percibir contrastes, diferencias, a cada una de las cuales le hemos adjudicado un significado específico, una determinada definición. Una especie de “etiqueta”.

Así, usamos la mente asignando etiquetas a todo lo que creemos percibir, y a eso le llamamos: la realidad.

Es obvio, por lo tanto, que se trata de una realidad interpretada mediante el establecimiento de etiquetas previamente definidas.

Otra cosa interesante, es notar que todas estas definiciones las hemos “aprehendido” o aprendido en el pasado. Así, cuando describimos el mundo que creemos percibir, en realidad, estamos describiendo lo que aprendimos en el pasado, por eso, podemos decir: “Solo veo el pasado”. Ideas o juicios realizados o aprendidos en el pasado.

También se puede ver con claridad que, aun cuando estos atributos y funciones pretenden ser objetivos y absolutos, en realidad son arbitrarios y relativos. Un zapato puede ser considerado grande por un hombre bajito, y pequeño por un hombre muy alto. Un adulto puede que encuentre liviano un objeto que a un niño le resulta pesado. Un coche sencillo puede ser considerado con desdén por alguien acostumbrado a conducir coches de lujo, y una maravilla si es mi primer coche.

Esto es muy interesante, porque nos permite entender dos cosas importantes:

Una. Que los juicios o valoraciones de las cosas percibidas dependen del sujeto que las percibe.

Dos. Que su impacto emocional depende del juicio previo repercutido en una escala de valores.

Si ahora centramos nuestra atención sobre el sujeto que percibe, en lugar de sobre la cosa percibida, también podemos llegar a una serie de interesantes conclusiones.

El sujeto perceptor también se considera a sí mismo sujeto percibido, y de acuerdo a las mismas consideraciones antes expuestas, se interpreta a sí mismo y dice que se “conoce” a sí mismo. Es decir, se asigna una serie de funcionalidades y atributos. A eso se acostumbra llamar “ego”.

De igual manera que como ocurre con las cosas percibidas, el perceptor se “cosifica” a sí mismo y se interpreta con definiciones aprendidas, heredadas de otros, y provenientes del pasado. El individuo ha sido “educado” para percibirse a sí mismo de una determinada manera, para interpretarse y llegar a un “conocimiento” de sí mismo que, en realidad, no es otra cosa que una serie de etiquetas que le han sido asignadas por otros previamente, o por sí mismo. No solo se le ha dicho “quién es”, sino también, cómo debe interpretar la realidad, y le han explicado que ese proceso se llama “pensar”, cuando, en realidad, no es más que asignar etiquetas de pasado a lo que cree percibir.

Este funcionamiento de la mente de asignar etiquetas de pasado a lo percibido es un proceso totalmente automático, y es totalmente arbitrario y relativo a la educación recibida. Al ejercicio de ese proceso automático de evaluación de las circunstancias interpretadas según la asignación de etiquetas de pasado, se le llama “vivir”. Obviamente se trata de un proceso absolutamente condicionado sobre el cual el individuo no tiene ninguna opción. Ha sido totalmente “programado” para pensar que su vida es eso. La libertad individual, o la capacidad de la mente para elegir entre diferentes opciones es una quimera. Es tan solo aparente, pues la mente individual ha sido programada por la educación para interpretar el mundo de una determinada manera. El problema, es que el individuo ni siquiera lo sabe. No es consciente de que tanto su propia consideración de sí mismo, como su interpretación de todo lo que percibe, es fruto de la implementación de un aprendizaje. Por eso, el comportamiento humano es totalmente previsible. Para prever lo que una persona va a interpretar, sentir o hacer ante una determinada circunstancia, solo es necesario conocer cuál ha sido su programación. El individuo la ejecutará dócilmente, pues no siendo consciente de ella, nunca la cuestionará. Incluso aquellos que se ven a sí mismos como inconformistas y rebeldes están “pensando”, sintiendo y actuando conforme a lo que le dicta su programación específica, hija de su pasado.

De esta manera, es muy fácil convencer a la gente de cualquier cosa y hacerles hacer o sentir cualquier cosa. Solo es necesario conocerles lo suficientemente bien. Siempre responderán de forma previsible y automática. Esto ocurre constantemente en nuestro mundo, y mucha gente, en realidad, todo el mundo, utiliza este método para conseguir sus propósitos, en algunos casos -los políticos, las agencias de márquetin y publicidad- en el torpe convencimiento de que poseen un tipo de saber “secreto” que permite conseguir de los demás cualquier cosa, inciden en el colectivo humano para influirlos de cara a conseguir sus oscuros fines. También los líderes “religiosos” lo hacen. Todos ellos intentan vender un producto o una idea para conseguir un beneficio personal, una posición de poder, o lo que aún es más peligroso, para “salvarte” de alguna cosa.

En lo que esos individuos no reparan, es que las motivaciones que les llevan a semejantes comportamientos, son fruto del mismo tipo de programación, y que lo que ellos mismos hacen también es previsible e inevitable.

Este artículo se titula: El mundo real. Y con esto pretendo referirme lo que es “per se”, no al mundo interpretado, que como hemos visto, es arbitrario, relativo y subjetivo. Me estoy refiriendo al mundo que puede ser considerado de igual manera por todas las mentes.

Aunque pueda parecer un ejercicio trivial, que de hecho, debiera serlo; percibir lo que es, lo que hay, se convierte en una tarea que entraña una enorme dificultad,  porque para ello es necesario “desprogramar” la mente. En realidad, esta es la tarea de todos los caminos espirituales y el objetivo de las más altas filosofías.

Tengo que anticipar, querido lector, que aunque tu ánimo pueda estar bajo al contemplar la deprimente situación en la que te encuentras, que para todo esto existe una feliz salida. En realidad, todo se trata de un simple malentendido. Has confundido lo que eres con lo que piensas que eres, y tú, querido lector, no eres lo que piensas que eres, sino el que piensa lo que piensa que es.

Considera esto con un poco de atención, y seguro que alguna luz aparecerá en tu mente. Es evidente que no se trata de un ejercicio que estés acostumbrado a hacer. Nadie te lo ha enseñado, ni siquiera te habían planteado esa necesidad o esa posibilidad, pero la recompensa por hacerlo, se llama libertad, se llama el mundo real, Y entonces, tanto tú como ello, os convertís en uno y lo mismo. Os convertís en luz. Os convertís en amor.

Que así sea.

martes, 22 de agosto de 2017

UCDM dualismo-no dualismo

Aunque llevo bastante tiempo estudiando y practicando UCDM, hace poco tiempo que he tomado plena conciencia de la estructura de su enseñanza. Es bien cierto que su pronunciamiento fundamental es absolutamente no dualista, y en su sentido más estricto, sin embargo, sus planteamientos son marcadamente dualistas. Esta dicotomía expresada a lo largo de toda su exposición genera la percepción de aparentes contradicciones insoslayables, que en realidad son paradojas reflejadas en ideas que se expresan simultáneamente en sistemas de pensamientos dispares, en diferentes paradigmas.

Casi sin darme cuenta, me he visto explicando los dos sistemas, tan distintos, en diferentes ámbitos. Los jueves doy un curso al que he llamado El arte de vivir, donde básicamente presento las técnicas y razones que propician la consecución de la paz por parte del ego. Todo ello basado en las enseñanzas de UCDM. Es un curso que puede ser muy interesante y efectivo para todos aquellos que piensan que son personas, que viven en este mundo y que quieren llevar una vida mejor, más pacífica y más feliz. Y ciertamente, si siguen esas directrices lo conseguirán... aparentemente.

Los viernes, en las reuniones del Curso, mantengo una tesis totalmente diferente: la experiencia de este mundo es ilusoria, ni siquiera hay nadie para tenerla, por eso, no hay que hacer nada, ya que el mismo hacer es imposible, pues no existe un actor efectivo... y sin embargo, lo parece. La diferencia entre ser y parecer ser es algo que se le escapa totalmente al ego. Es un concepto absolutamente inasequible, siendo él mismo la arrogancia de ser. El viejo dicho descartiano de "Pienso, luego existo" encierra la mentira fundamental de que hay alguien ahí pensando algo. Ni hay nadie, ni hay ahí, pero de nuevo... lo parece.

La frase del Curso "Mientras sigas creyendo estar en el tiempo..." pone las cosas en perspectiva, pues toda la enseñanza dualista del Curso está enfocada en esa dirección: el desmontaje de las creencias mediante la desinversión en causa y propósito, el perdón. El Curso promete sueños felices antes de despertar a quienes siguen sus enseñanzas, pues cuando alborea la verdad en la mente, lo que esta conoce es que "No hay nada que hacer", en realidad, nunca hiciste nada, pues tú, que nunca has existido, no despertarás como tú, lo harás como el Hijo de Dios que en verdad eres.